sábado, 2 de abril de 2011

Víctimas de accidentes y yo, ese trabajo tan apasionante







Cuando nací, a finales de 1959 en la maternidad de la Diagonal de Barcelona, nada podía hacer pensar a mis padres que nuestra vidas iban a ser tan agitadas y, en algunos momentos, tan tormentosas y dramáticas.

El recuerdo más antiguo que tengo de mi vida es verme al brazo de mi madre en una consulta pediátrica y tener al lado otro pequeño amamantando. Quizá sea el primer recuerdo pero hay otro que no se me borra que es estar con mi abuelo paterno, el abuelo Canes, en una mesa redonda de mármol en una terracita de un bar donde vivíamos en la zona del Eixample la calle Viladomat entre las calles Provença y Mallorca, él tomaba algo rosado, luego supe que era un bitter Cinzano, y yo unas patatas fritas.



En ese mismo tramo de calle vivían mis abuelos maternos y paternos, frente a frente, y en ese mismo tramo compraron mis padres su casa.

Estuve unos tres años viviendo en mi ciudad natal, tuve mi primer hermano, Salvador, y, por motivos de trabajo nos trasladamos a Madrid.

Mi padre siempre ha estado ligado al motor, primero como mecánico en un taller de su barrio, después en Montesa como mecánico de pruebas y de competición con esta entrañable marca de motos, a Madrid nos trasladamos para abrir una delegación de la Montesa.

Viví unos años en el Barrio del Pilar, en los primeros pisos que se hicieron en la Av. de Betanzos 5 y alrededor solo había que huertas y campo. Recuerdo el nacimiento de Ramón, el tercero, y como mi madre me miraba al entrar y salir del parvulario desde el balcón. Como esperábamos todos a mi padre cuando venía de trabajar con su moto y como nos subía a dar un pequeño paseo.

La verdad es que los recuerdos de esa época son pocos pero muy bonitos.


Mi primer, y muy doloroso contacto, con los accidentes de tráfico lo tuve con seis años, habíamos estado en Barcelona visitando a todos lo abuelos y tíos. Era agosto y a la vuelta a Madrid el Renault 4 en el íbamos volcó.

Mi madre murió en la casa de socorro de Fraga muy cerca mío, la oí llorar y preguntar por sus hijos y su marido, repetir incansablemente esa pregunta. A mi me trasladaron a un hospital muy grave, a los pocos días supe que mi madre "estaba en el cielo esperándome".

Ese fue el primer contacto con la dura realidad de los accidentes, tres niños sin madre, un esposo enamorado que perdió su mujer y una familia destrozada y, lo que es peor, marcada para siempre.

Ni mis abuelos, ni mis tías y tíos, ni nosotros volvimos a sonreir en muchos años. La tristeza y la mala sangre se apoderó de muchos de nosotros y marcó nuestras vidas para siempre.

www.asociaciondia.org

1 comentario:

  1. Son las heridas del alma...heridas que podrán llegar a cicatrizar con el tiempo pero que su huella quedará marcándonos para siempre.
    He perdido a mi única hija de tan sólo 15 meses por la acción de un conductor ebrio, sin seguro, a excesiva velocidad en una travesía y que huyó del lugar del siniestro.
    Ya son casi 4 años y todavía SIN JUSTICIA.
    Como padres y víctimas hemos vivido la falta de empatía de personas cercanas que miran hacia otro lado con la excusa del...como a mí no me toca.
    Incluso hemos sido denunciados y ajusticiados por luchar incansablemente por la Justicia y Dignidad de nuestra hija.
    Las víctimas apenas somos escuchadas y los que todavía permanecemos presentes debemos ser la voz que clame por quienes ya no están entre nosotros pero siempre estarán, de algún modo, en nuestro corazón.
    Yo también alzo la voz por las víctimas de violencia vial desde mi bitácora http://almoradi-justiciaydignidad.blogspot.com

    Sr. Canes, gracias por este espacio y por la labor que desarrolla en favor de este colectivo olvidado por la sociedad y por la indiferencia de quienes jamás podrán conocer lo que significa el dolor del alma si no lo han vivido en carne propia.

    ResponderEliminar