viernes, 26 de julio de 2013

Cuando una herida está abierta como lo estaba esta es imposible cerrarla sin ayuda. Empecé a tomar conciencia, con 10 años, de lo que se nos venía a todos encima. Ni se estilaban los psicólogos, ni se dedicaban a estos menesteres, cuando alguien moría las cosas se solucionaban con el luto en la calle y de puertas adentro sufrimiento.

A mi y a mis hermanos, a mi padre, a su nueva esposa, a mi abuela materna (los demás abuelos murieron rápidamente en los años posteriores al fallecimiento de mi madre), mis tías y tíos maternos.
Empezó una guerra que estaba larvada con acusaciones contra mi padre que nosotros debíamos escuchar y asumir y, al mismo tiempo, trasladar de una u otra manera a nuestro padre.

Mi padre que había perdido a su mujer y que nadie pensaba en él, que injustos somos, ahora me doy cuenta de lo solo que estaba y lo fuerte que se tuvo que hacer. Le tocó recomponer su vida y la nuestra con muy poco margen de maniobra ni espacio para llorar.

Difícil para todos y una carga insoportable para tres niños que habían perdido a quien más querían, que encontraban apoyo y cariño pero que no tenían herramientas para superarlo.

Mi padre, al que no le iba bien el trabajo, fue teniendo peor humor, su mujer (Mila) nos quería ayudar y puso mucho valor a la situación ,un viudo con tres hijos, pero su educación le impidió hacer más que cuidar nuestra alimentación y vestimenta con los escasos recursos de que disponíamos.

Lo más doloroso fue tener que negar a nuestra madre a los nuevos amigos de donde fuimos a vivir, se nos prohibió decir que Mila no era nuestra madre, se nos obligó a llamarla mamá... yo, como el mayor que era (con 10 años) debía defender a mis hermanos, darles fuerza y mantener la memoria de mi madre. Al mismo tiempo debía tranquilizar a mi abuela y tíos para no hacer mayor el enfrentamiento aunque eso fue imposible y ellos siempre nos defendieron.

Cuantas veces he rezado de pequeño pidiendo ayuda, que triste ver una familia destrozada.

Lloré mucho, mis hermanos lloraron, el más pequeño, Ramón, se adaptó mejor pues con 6 años necesitaba una madre y no tenía la misma presión que Salva y yo.

Que época más mala que luego forjó mi carácter y personalidad. Nada iba bien, ni los estudios, ni yo me sentía a gusto conmigo, ni me sentía querido por nadie, un desastre absoluto que duró muchos años hasta que me pude ir de casa y sentirme yo.

Aprendí rápido y desde muy pequeño. El dolor se lleva dentro y no puedes expresarlo porque te harán más daño. Haz lo que te convenga y no lo que creas, por lo menos hasta que no puedas hacerlo.


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